viernes, 24 de febrero de 2012

FESTIVAL DE POESIA VANGUARDISTA





EL CUBISMO: en la literatura lo inicia el poeta francés Guillermo Apollinaier en 1910.  Sus características: la poesía huye de la realidad métrica y de la puntuación. se muestra en collage, es decir, en forma de fragmentos instantaneos y por medio de experimentos visuales.

LOS CALIGRAMAS: Son poemas cuyos versos sugieren una forma gráfica. El poeta francés Guillaume Apollinaire publicó su libro Galligrames en 1918, lo cual despertó el interés  de otros poetas, como el mexicano José Juan Tablada, y el chileno Vicente Huidobro.

El caligrama es la forma que adopta el poema para producir un efecto plástico. Consiste en suplir la linealidad del verso, por una serie de disposiciones tipográficas que a veces evocan el objeto del cual se escribe. (Cuevas, Humberto, Español 1, Trillas, México,2008).

http://www.materialesdelengua.org/LITERATURA/PROPUESTAS_LECTURA/VANGUARDIAS/caligramas/caligramas_ejemplos.htm



                                                               CAPILLA ALDEANA
                                                                   


                                                                                                                Vicente Huidobro.


EL HAIKU

El haikú es un poema breve organizado en tres versos. Su nombre proviene de la palabra haika que en japonés significa "lo que está sucediendo aquí y ahora". Inspirados por poetas japoneses como Matsúo Bashó(1644-1694), algunos poetas han explorado esta expresión; tal es el caso de Carlos Pellicer, Rafael Lozano y José Juan tablada.  (Cuevas, Humberto, Español 1, Trillas, México,2008).



El  sauz

          JOSE JUAN TABLADA

El sauz,
casi oro, casi ámbar,
casi luz...


           MORITAKE                

La enredadera
hoy casi me parece
mi vida entera.


            Sandía
                    JOSE JUAN TABLADA

Del verano, roja y fría
carcajada,
rebanada
de sandía!



               RAFAEL LOZANO
El barco
deja sólo una estela.
Nosotros qué dejamos

¡Recuerda!..Los poemas no son simplemente palabras con rima y ritmo; son también configuraciones gráficas, expresiones con líneas y formas.























sábado, 18 de febrero de 2012

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,

mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,

marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.

Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.

Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
 
Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.
 
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla:  —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.
 
Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.

Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

  La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

                         Miguel Ramos Carrión